29/4/09

Un soliloquio nuevo

ccxv

Como mis años se van, a buena cuenta, acabando
y cada vez sé menos qué es lo que me ha pasado,
me quiero hablar a mí mismo, a ver si nos aclaramos
el uno, el otro o quien sea el que habla y al que le hablo.
Bien pueden salirme del pecho y aun asomarme a los labios
y hasta escurrir por la pluma o cantar por teclas a ratos
de máquina de escribir los dos o más o los tantos
que haya en mí, que ninguno tendrá, confío, el descaro
de pretender ser yo de verdad. ¿No estamos acaso
hartos de hablar uno y otro, y decirnos y preguntarnos
y maldecirnos a veces el uno al otro? Pues vamos,
déjate hablar: pueblo somos y pueblo es nuestro dïálogo,
¿verdad? Ya sé que esta lengua en la que estamos hablando
es un idioma, una lengua entre lenguas, y por lo tanto
no es la lengua común; pero, dejándote, al paso,
hablar como sin saber, puede ser que demos con algo
no propio de nadie; adelante, y que no me importe ni rábano
saber por dónde empezar: cuando éramos un muchacho,
sí te creías que había que preparar con cuidado
el plan de la pieza o función, para luego desarrollarlo;
pero, ay, que tanto la vida nos ha batido y breado
que ya, si una vez, y entre público a más, a hablar nos echamos
sin casi saber qué va a ser, resulta que, por milagro,
todo nos sale en un orden de sobra lúcido y claro,
que, puesto que yo no lo rijo y a mí me asombra, por tanto
debe de ser el orden que ello andaba buscando.
No es fácil dejarse hablar, y a fe que cuesta trabajo
no trabajar; pero eso es el arte, y tú sabes por bajo
que tú no eres tú: una máquina ciega está palpitando
en tus corazones o míos o los de Fulano y Zutano;
y, si al hacer lo que sea me empeño en ser yo el que lo hago,
no hago sino estorbar, ¡Quitad de ahí ya, poetastros
igual que Dios creadores, igual de vanos y falsos!

------

0 comentarios: