—Nuestras inquietudes están, al parecer, dispuestas en nuestra alma como las balas de un rifle. Hay una, siempre, la que más nos preocupa, en el disparador, y otras que irán ocupando su lugar sucesiva y automáticamente. Para los hombres de acción no hay, prácticamente, más que una: la que está dispuesta a dispararse. Los hombres reflexivos tienen una vaga conciencia de toda la serie, una serie acaso inagotable.
—Sí, dice V. bien, una serie inagotable; por lo menos que no se agota mientras vive el hombre. Pero no hablemos de inquietudes en serie: son infinitas, como el tiempo mismo, sino de la angustia por no poder dispararlas todas de una vez. ¿Usted no ha reparado en lo terrible que es aguardar a que las cosas lleguen o a que se hagan? Los que, humanitariamente, han logrado suprimir o acortar la capilla de los condenados a pena capital, comprendían muy bien que obligar a un hombre a esperar la muerte es más cruel que matarlo. Es el tiempo, el tiempo lo que nos mata, y el tiempo es la espera. Esperar a morir, aguardar la cocción de un huevo, la disolución de un panal en el agua. Entre un hecho y otro hay un intervalo vacío, o que lo parece, y ése es el que nos mata.
—Tiempo vacío, dice Vd., pero... ¿hay tiempo vacío?
—Lo hay, prácticamente, para el hombre: el hombre es el gran vaciador del tiempo. Cuando esperamos algo vaciamos el tiempo, nos desentendemos, nos inhibimos, desentendemos a cuanto pasa antes de lo esperado, quisiéramos saltar sobre ello, lo colocamos entre paréntesis ¡qué sé yo! Pero el tiempo mismo nunca puede ser eliminado. A veces nos encontramos a solas con él; entonces nos silban los oídos y nos parece que oímos la melodía infinita del tiempo. Esto pensaba yo cuando era niño, encerrado, por alguna diablura, en un cuarto oscuro, mientras esperaba a que abriesen la puerta.
donde su madre lo encerró;
es el poeta puro
que canta: ¡el tiempo, el tiempo y yo!
(continuará)
En efecto, Juan de Mairena hubiera definido la poesía pura como aquella en que dialogan el hombre y su tiempo. Un hombre de todos los tiempos, con el tiempo de un hombre igual, a todos los hombres.
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